¿Por Qué Tengo Un Peluche En Mi Oficina?
Publicado por Edgar Walter el 11/04/2020. Categoría: Blog
“Hemos crecido un poco, todos nosotros,
y ha habido un cambio y hemos resultado un
poco más libres, pero es el mismo juego”.
John Lennon
Si eres de los amigos que ha visto alguno de los videos o los directos que hago desde mi oficina, te habrá llamado la atención que tengo un peluche de Rico McPato en la estantería, junto a mis libros de emprendimiento.
Es más, en muchas ocasiones no solo lo uso en mis presentaciones, sino que bromeo con el tema y juego con él. Y no, no es que ningún niño lo haya dejado regado por ahí ni que lo tenga en mi espacio personal para entretener a ningún pequeño. Ese peluche es mío, y lo conservo cerca por más de una razón, como te aconsejo que tú también tengas el tuyo.
No se trata de un comportamiento infantil de mi parte… se trata precisamente de recordarme que en muchos aspectos resulta conveniente que me comporte como un niño.
Ten en cuenta que no tiene absolutamente nada de malo en esto del emprendimiento ser un poco como los niños. Los niños son valientes, curiosos e imaginativos. Tal vez les falte el conocimiento o pienses que son demasiado cándidos, pero son emprendedores perfectos porque están dispuestos a aprender y son los mejores relacionistas del mundo.
Aprovechando las ventajas de ser un niño grande
Amén del símbolo que representa el viejo Rico McPato, mas conocido en el mundo latino como el “Tio Rico” en términos de emprendimiento –ese millonario inconforme que siempre está buscando formas de expandir su fortuna–, este juguete me sirve de ancla física para un concepto que, pese a que me empeño en que no se me olvide, a veces se me escapa en la práctica.
Tengo que seguir afrontando los negocios y la vida como si fuese un niño.
Y es que no me queda de otra. Si hubiera pensado como adulto, probablemente aún viviría en mi querido Perú. O viviría aquí, en este país que es mi segunda patria, pero todavía me dedicaría al negocio de la construcción. Que también me encanta, pero no era precisamente el sueño que quería cumplir en la vida.
Como un niño, la curiosidad y la necesidad de ser feliz me hicieron embarcarme en proyectos que otros decían que nunca cumpliría. ¿Un peruano –que además no es un chef profesional– creando restaurantes de su país en Roma? Un sueño de locos, dirían muchos.
Yo me dije que era un sueño de niños.
Porque a los niños hay que hacerles caso, porque están desprovistos de miedo y saben aprender lo que necesitan para alcanzar desde el tarro de las galletas hasta el sueño de ser astronauta, o médico, o policía.
Yo, ya de grande, tuve el sueño de niño de ser empresario –una elección no tan glamorosa como la que hubiese elegido de pequeño, lo admito. Pero paso a paso, como un bebé aprende a caminar y luego correr, fui encontrando formas sobre el camino como alcanzar mi sueño.
Claro está que tal como un niño muchas veces me tropecé y caí. Algún llanto también hubo involucrado por el dolor que me causaron las equivocaciones. Pero como buen niño grande, también me levanté y lo intenté otra vez. Y como buen niño grande también tuve y tengo excelentes tutores y maestros que me fueron enseñando todo lo que necesitaba saber.
Es por eso que tengo un peluche en la oficina, y cuando algo me abruma lo tomo en las manos y le doy vueltas. Para que no se me olvide que, tenga la edad que tenga, estoy jugando a algo que hace mi vida cada vez más interesante y feliz.
Y tú, ¿tienes tu peluche?