¡Mucho Cuidado Con La Envidia!

Publicado por el 9/10/2019. Categoría: Blog

La ENVIDIA

“La envidia es el homenaje que la

mediocridad le rinde al talento”.

Jackson Brown

 

El español es un idioma complicado. Fíjate que para decir que algo o alguien es muy  bueno, solemos emplear la expresión “es envidiable” o incluso decirle a la propia persona “¡cómo te envidio!”. Aquí tengo que coincidir con el gran escritor argentino y universal Jorge Luis Borges: ninguna envidia puede ser buena.

En efecto, aunque pienses que pueda existir una “sana envidia”, es imposible por la misma definición del término. No por gusto el papa romano san Gregorio Magno la incluyó como uno de los siete pecados capitales, los vicios humanos que generan otros.

En particular, la envidia se define un sentimiento o estado mental en el que existe dolor o desdicha por no poseer lo que tiene otro, ya sean bienes, cualidades u otra clase de cosas objetivas o subjetiva. Coincidirás conmigo entonces que algo que cause dolor o desdicha no puede ser sano ni bueno.

La inacción es la madre de la envidia

En el libro moral “Diálogos con Abul Beka” aparece la siguiente historia que ilustra muy bien cuál es la raíz de la envidia:

A un hombre le dieron una parcela para que la cultivase, pero en su lugar pasaron semanas y el campesino no la labraba. Luego de unos meses las malas yerbas cubrieron el campo, y llegado el invierno no había cosecha alguna. Entonces, el hombre miró los campos de su vecino, llenos de frutos, y gritó desesperado “¿Qué mal he hecho, ¡oh Dios!, para que me trates así, para que me mandes esta desgracia? “

En forma simplificada, esto es lo que sucede a todos los envidiosos: mientras los demás aprovechan las oportunidades que la vida les ofrece y trabajan duro por alcanzar sus sueños y metas, ellos solo saben quejarse y consideran el éxito ajeno como injusto.

Este resentimiento profundo y hostil encierra un gran componente de inseguridad y un complejo de inferioridad inmenso. Cuando dejamos que la envidia nos domine, estamos permitiendo que nuestro éxito se defina por los estándares de otros, a los que vemos no como ejemplo a imitar, sino como enemigos a los que nos gustaría ver fracasar y que pierdan todo aquello que con mucho esfuerzo y sacrificio personal han alcanzado.

Destierra ese sentimiento que te corroe

La envidia solo hace daño a quien la siente. Y, llevada a los extremos, también es perjudicial a aquel a quien envidiamos, si pasamos del pensamiento a la acción y comenzamos a poner obstáculos y trabas a quien es el blanco de nuestra envidia.

Incluso en ese caso, si la persona a quien envidiamos es capaz de sortear las dificultades que le estamos causando y salir airoso de los problemas en que le hemos metido, nuestra envidia se convierte en un boomerang que nos pega justo en la cara. No hay nada más terrible que fallar incluso en hacer daño a quien envidiamos, pues solo refuerza nuestro sentimiento de inferioridad ante esa persona.

No vale la pena, amigo, enviarle nada a nadie. Como diría Carrie Fischer, es beber veneno y esperar que la otra persona muera. Lo malsano de la envidia ha sido comprobado hasta científicamente: en el Instituto Nacional de Ciencias Radiológicas de Japón se comprobó que la envidia activa las mismas zonas cerebrales que se relacionan al dolor físico.

Si estás demasiado ocupado en que te duelan los éxitos de los demás, nunca disfrutarás de los tuyos propios. La envidia nunca es envidiable.

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